El impacto de la pandemia de Covid-19 en las residencias de personas mayores ha propiciado situaciones dramáticas difíciles de entender y asimilar. Los datos publicados por el Instituto de Mayores y Servicios Sociales (IMSERSO) indican que durante 2020 más de 25.700 personas que vivían en residencias fallecieron como consecuencia de sintomatología compatible con la Covid-19.
Y si bien en 2021 la cifra se redujo hasta poco más de 5.000 fallecimientos, un 80% menos que durante el año anterior, resulta difícil no sentirse profundamente afectado al pensar que más de 31.000 personas que vivían en residencias en España han fallecido con síntomas compatibles con el virus desde el inicio de la pandemia, en ocasiones incluso sin poder confirmar con certeza el diagnóstico como causa del fallecimiento.
Si bien es cierto que la vacunación masiva ha sido la mejor arma para combatir la pandemia y reducir drásticamente la mortalidad, y que la práctica totalidad de los residentes ya han recibido la pauta completa, durante este mes de enero, tras los encuentros y las celebraciones navideñas, la sexta ola de la variante ómicron ha alcanzado cifras récord, y las residencias no han sido una excepción.
También preocupa la situación del personal de las propias residencias, ya que las bajas por contagios o confinamientos por contactos positivos se han disparado en esta sexta ola, dejando a muchas residencias en situaciones precarias en cuanto a personal disponible para atender a los residentes, un hecho de especial gravedad en casos de dependencia o de problemas de movilidad.
Pero hay otro aspecto que no podemos olvidar, y son las medidas que han tenido que adoptar la gran mayoría de centros para proteger a sus residentes. De nuevo nos hemos encontrado con situaciones de confinamiento, supresión o restricciones en el régimen de visitas de los familiares, cese de muchas de las actividades de los residentes, o adopción de medidas de protección como el uso generalizado de mascarillas que, suponen un importante impacto en la vida cotidiana y el estado de ánimo de las personas mayores y las personas con diversidad funcional.
Por estos motivos desde Dental Residency queremos alertar de que, si bien esta larga pandemia ha supuesto un importante desgaste para todos los ciudadanos, el desgaste en el caso de las personas mayores y personas con diversidad funcional, así como en sus cuidadores y en el personal de los centros, ha sido todavía mucho más acusado, impactando de forma determinante tanto en el normal desarrollo de sus actividades como en sus relaciones sociales y personales.
El aislamiento y la soledad que han sufrido muchas de estas personas ha sido una enorme carga para hacer frente a la pandemia, que se ha añadido a los retrasos en diagnósticos y tratamientos de otras patologías, demoras en intervenciones quirúrgicas, o dificultades para el seguimiento de los enfermos crónicos. Todos ellos aspectos fundamentales en el caso de personas mayores que suelen sufrir aflicciones que requieren especial atención, y que pueden suponer un riesgo para su salud.
Ejemplo de ello es lo que ha sucedido con las restricciones temporales de acceso a los centros, que nos ha imposibilitado poder ofrecer nuestras prestaciones odontológicas adaptadas en los propios centros de forma temporal, una situación transitoria y que afortunadamente hemos podido ir normalizando.
Por todos estos motivos, desde Dental Residency queremos recordar que todos somos parte de la solución, siendo responsables en nuestras actitudes y comportamientos, y optando por adoptar todas las medidas de protección disponibles como la vacunación general de la población, para doblegar esta pandemia lo antes posible y recuperar la tan necesaria y ansiada normalidad que permita garantizar la salud y la calidad de vida de estos colectivos.