Como vimos en nuestro anterior artículo, el cáncer oral y orofaríngeo es uno de los 10 cánceres de mayor frecuencia en el mundo, y los tumores de la cavidad oral suponen en torno al 4% del total de los tumores malignos. Pero, ¿cuáles son los principales factores de riesgo para el desarrollo de este tipo de patología, y cómo podemos prevenirlo?
En primer lugar, debemos entender qué son los factores de riesgo. Un factor de riesgo se considera cualquier aspecto que aumenta la probabilidad de desarrollar una enfermedad, por lo que, si bien influyen en su desarrollo, no suelen ser causa directa de la misma. Las causas que pueden favorecer la aparición de un cáncer son muy diversas, pero podemos diferenciar entre factores como la edad o el género, sobre los que no podemos influir, y las asociadas a nuestros hábitos y estilo de vida, que sí podemos modificar para llevar a cabo un abordaje preventivo.
En relación a nuestros hábitos y estilo de vida, los principales factores que influyen en la probabilidad de desarrollar un cáncer oral u orofaríngeo son el consumo de tabaco y alcohol. Según la American Society of Clinical Oncology, en torno al 85% de los casos de cáncer de cabeza y cuello están directamente relacionados con el consumo de tabaco, por lo que se sitúa como el principal factor de riesgo, incrementando la probabilidad de padecer cáncer en la cavidad oral, faringe, laringe y esófago.
Este riesgo asociado al tabaquismo incluye tanto el tabaco fumado como en formato de mascar o de rapé. Las personas que consumen el tabaco de este modo, debido al contacto directo con la cavidad oral, tienen un 50% más de probabilidades de desarrollar un cáncer de mejillas, de encías y de la parte interna de los labios. Estos productos favorecen además la aparición de gingivitis, destrucción de la cavidad ósea alrededor de los dientes y pérdida de los dientes.
El segundo factor de riesgo es el consumo de alcohol. La investigación epidemiológica indica que el 90% de los casos de cáncer oral y orofaríngeo se deben al consumo combinado de alcohol y tabaco, y que en torno al 70% de los pacientes con cáncer oral consumen mucho alcohol.
Además de estos dos hábitos perjudiciales, existe otro factor de riesgo asociado a nuestros hábitos. Se trata de la exposición excesiva y sin protección a la radiación solar, que se asocia con un mayor riesgo de aparición de cáncer en el área de los labios, y que podemos evitar dosificando el contacto con la radiación ultravioleta y tomando las medidas de protección necesarias.
La higiene bucal y el cuidado dental guardan asimismo relación con el cáncer, ya que su déficit incrementa la probabilidad de la aparición de alteraciones tumorales. También es importante señalar que la irritación continuada producida por las prótesis mal ajustadas puede suponer un factor de riesgo, especialmente si va asociada al consumo de tabaco y alcohol.
Mantener una nutrición saludable y equilibrada también es importante como medida preventiva. Las dietas con bajo contenido en frutas y verduras, así como los déficits de vitamina A, pueden contribuir al desarrollo de cáncer oral.
Por otra parte, podemos mencionar otros factores más difícilmente controlables. La infección por el virus del papiloma humano (HPV), que ha experimentado un importante auge a lo largo de los últimos años, incrementa el riesgo de padecer cáncer orofaríngeo.
La edad también influye. Pese a que este tipo de tumores tienen una media de aparición superior a los 50 años, las cifras indican que a lo largo de los últimos años se observa un incremento del número de casos en pacientes con edades por debajo de los 40 años.
También el género es un factor de riesgo, ya que la epidemiología indica que los hombres son más propensos que las mujeres a desarrollar este tipo de tumores. Pese a que tradicionalmente ha sido un tipo de cáncer mayoritariamente masculino, el aumento del tabaquismo entre las mujeres ha propiciado que las cifras se hayan ido equiparando.
Pese a la gran variedad de factores que hemos visto, para la prevención del cáncer orofaríngeo hay un elemento fundamental: las revisiones periódicas con un odontólogo. Los exámenes de la cavidad oral por parte de un profesional cualificado permiten detectar a tiempo este tipo de alteraciones, que en muchas ocasiones se presentan como pequeñas úlceras, bultos y heridas de tonalidades rojizas o blanquecinas que no se deben a lesiones de origen externo.
La detección temprana es fundamental, por lo que es más que recomendable consultar con nuestro odontólogo de referencia cuando estas alteraciones no mejoran tras unas dos semanas desde su aparición, a fin de que pueda valorar la naturaleza de la lesión y ayudarnos a encauzar a tiempo su adecuado tratamiento.