La osteoporosis es una enfermedad compleja causada por un desorden metabólico, caracterizada por el deterioro de la estructura del tejido de nuestros huesos debido a una menor presencia de componentes minerales. Como consecuencia, las personas afectadas de osteoporosis presentan un aumento de la fragilidad de los huesos y mayor riesgo de sufrir fracturas.
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), es la enfermedad ósea más frecuente, y tiene una incidencia mayor en edades avanzadas, especialmente entre las mujeres. En la actualidad existen en el mundo más de 200 millones de pacientes con osteoporosis, y con una prevalencia en aumento. En España, la prevalencia en mujeres postmenopáusicas mayores de 50 años se sitúa en torno al 26%, mientras que en el caso de los hombres ronda el 8%.
La complicación clínica más importante de esta enfermedad son las fracturas, que en nuestro país suponen entre el 20 y el 25% de la ocupación de las camas de los servicios de traumatología, por lo que tiene un gran impacto sobre los servicios de salud públicos.
En los pacientes con osteoporosis se suelen producir fracturas inesperadas consecuencia de pequeños traumatismos, como golpes o torceduras, que a priori no deberían producir una rotura del hueso. No obstante, el gran obstáculo para su tratamiento es que se trata de una enfermedad silenciosa.
Las radiografías de los huesos solamente muestran la presencia de osteoporosis en estadios avanzados, por lo que son necesarias pruebas como la densitometría ósea para detectar que se ha empezado a perder densidad mineral en los huesos.
Se trata de una situación similar a lo que sucede con las enfermedades cardiovasculares, que solo se manifiestan cuando aparecen complicaciones. Las evidencias científicas indican además que la relación entre la osteoporosis y las enfermedades cardiovasculares es bidireccional, debido a que la calcificación de los huesos puede contribuir también a la calcificación de los vasos sanguíneos. Y a la inversa, la presencia de factores de riesgo vascular incrementa la probabilidad de padecer osteoporosis.
No obstante, existen una serie de indicadores que nos pueden hacer sospechar de la presencia de esta enfermedad, y que pueden contribuir a tomar las medidas preventivas adecuadas para su tratamiento y para minimizar su impacto sobre nuestra calidad de vida.
Cabe mencionar en primer lugar que la pérdida de densidad ósea no se produce sólo en los huesos, sino que también afecta a nuestros dientes. Esta menor densidad de los dientes puede hacernos sospechar que la pérdida de densidad también afecte a otras partes del organismo y ponernos sobre aviso.
Por otra parte, la osteoporosis provoca pérdida del hueso maxilar y la mandíbula, donde se alojan los dientes, lo que puede conllevar complicaciones e incluso la pérdida de los dientes. Este problema se agudiza en los pacientes que sufren de periodontitis, ya que la inflamación producida por las bacterias también contribuye a este desgaste óseo.
No podemos dejar de mencionar el tratamiento farmacológico de los pacientes con osteoporosis. Los más comunes son los bisfosfonatos, agentes inhibidores de la resorción que, si bien tienen efectos muy beneficiosos en el fortalecimiento de la estructura ósea, dificultan en gran medida la cicatrización de los huesos.
Esto puede ocasionar problemas como la osteonecrosis o muerte de las células del maxilar, en la que la herida de la encía no sana con normalidad y que puede conllevar incluso una exposición del hueso y ocasionar un importante dolor a los pacientes.
Por todos estos motivos, desde Dental Residency recomendamos realizar un seguimiento exhaustivo de la evolución de la salud bucodental mediante revisiones odontológicas periódicas. Este es sin duda el mejor modo de detectar cualquier anomalía ósea en la cavidad bucal, adoptar las medidas de prevención más adecuadas, y coordinar el mejor tratamiento posible en colaboración con los especialistas adecuados para ello.